Hoy hace treinta y seis años. Quiero que escuchéis una de sus historias.
Cuento de Lobos narra las aventuras de Sibila, una joven loba que viene a nacer en los páramos de Burgos, una fresca mañana primaveral de principios de los años cuarenta, cuando proliferaban en la península los grandes rebaños de carneros cuidados por fieros mastines, armados de violentas carlancas, en eterna cruzada contra los lobos.
Félix es un joven de 12 años que, durante las vacaciones de verano, regresa a su casa en Poza de la Sal desde el colegio donde está interno en Vitoria. Su mayor afición es observar los pájaros en largas excursiones por los páramos de Masa y de Lora: águilas, halcones, buitres, milanos, ninguna ave se escapa a su atenta mirada.
Pero aquel verano, nacería en él una nueva curiosidad: los lobos matan una noche, en una corraliza de Poza, a más de cien carneros. Siguiendo a los pastores, Félix se cruza aterrado con El Cano, un mítico y gigantesco lobo de lomo blanco que, para su sorpresa, no le ataca.
Después del susto, se entera de cómo los pastores del pueblo, entre los que está el honesto y algo parco Íñigo, organizan junto con varios cazadores del lugar, una gran batida en toda la zona. A pesar de sus quejas, a Félix no le deja participar. Como consecuencia de la misma, Sibila, que solo es una pequeña lobata, pierde a sus padres y tendrá que arreglárselas sola de ahí en adelante.
Llega el otoño y Félix debe regresar a su internado, mientras Sibila, ante la ausencia de una familia y de congéneres de su especie en el páramo, intentará buscar compañeros de juegos en otras especies: zorros, tejones, ginetas, todos la rehúyen temerosos. Por las noches, Sibila aúlla tristemente a la luna en lo alto de un otero sin que nadie le responda.
La mala suerte se ceba en nuestra protagonista cuando, en una alocada carrera propia de su joven y fogoso espíritu, queda presa en un cepo del que, para librarse, termina mordiendo su propia pata hasta amputarse varios dedos y conseguir escapar. Sibila será ya para siempre la loba coja del páramo.
Durante el invierno, incapacitada para la caza, aprende a seguir el rastro de los buitres para arrebatarles su carroña, hasta que un día, intentando cazar unos patos en una charca, los espanta haciendo que estos levanten el vuelo, poniéndolos a tiro de un solitario halcón peregrino. La loba observa de lejos al halcón que, saciado su apetito, deja gran parte de la pieza sin probar. Sibila la devora glotonamente y, desde aquel momento, forma una extraña sociedad con el halcón: cada día ella le levanta la caza y él caza para ambos. Por la noche, ella lo protegue de alimañas y predadores.
Pero de nuevo llega la primavera y el halcón debe emigrar. Sibila intenta seguirlo desesperada, tratando casi de volar como él, sin comprender por qué su amigo la abandona.
Finalmente, nuestra loba vuelve a quedar sola en el páramo.
Hambrienta, debe tomar una decisión. Teme al hombre, ese ser legendario que camina sobre dos patas, pero el hombre tiene grandes rebaños de sabrosos carneros, torpes y gregarios, fáciles de cazar. Sibila, que de ahí le viene su nombre, consigue seducir a los fieros mastines de Íñigo que, ante sus bailes amorosos, se transforman en dóciles y tiernos cachorritos falderos.
Justo cuando llega un nuevo verano, con el regreso de Félix al pueblo, Íñigo decide comprar un mastín alano: Leal, un fiero matador de lobos que no se deja cautivar por Sibila y la ataca hasta dejarla casi muerta.
Por suerte, cuando ya está a punto de morir por inanición, aparece de nuevo el misterioso El Cano, el gran lobo de lomo blanco, que comienza a lamer sus heridas y a cazar para ella hasta conseguir que se recupere.
Ambos lobos emigran un poco más al norte, hacia Cantabria, y se ocultan en una caverna, desconocida por el hombre, que está llena de pinturas rupestres que escenifican el pacto que un día firmaron hombres y lobos, los dos más grandes depredadores sociales, y que dieron lugar al nacimiento del perro. Historia que también le relata Íñigo a Félix en alguna de las múltiples visitas que este hace al pastor durante sus paseos.
Pero Sibila, ya curada, incita a El Cano a regresar al páramo para enfrentarse a Leal. Así lo hacen y, entre ambos, le tienden una emboscada. El Cano y Leal resultan malheridos en el combate. Ahora será Sibila quien tiene que cuidar de su pareja. Leal se vuelve loco y comienza a atacar a los carneros que antes protegía. Ante aquella agresión, Íñigo y el resto de los pastores, deciden organizar una nueva batida para acabar de una vez por todas con el fantasmal El Cano y con Sibila, la loba coja.
Esta vez Félix consigue que le dejen ir a la batida…
Íntegramente narrado por Félix Rodríguez de la Fuente, este relato no es uno de sus documentales. Es su mejor historia.
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